Connect with us

Opinión

Sacarnos el odio, ¿será fácil?

Published

on

Estamos inmersos en dos grandes dilemas que nos envuelven, como tantas otras ocasiones, en disputas interminables, hoy claro favorecidas y multiplicadas incluso por las queridas redes sociales. Los dos asuntos urticantes son: la temática mapuche con los díscolos armados y el incierto panorama del A.R.A. San Juan, que ha motivado un amplísimo despliegue nacional e internacional infructuoso. Aunque las conclusiones ya son las temidas por miles de almas.
En primer término resumamos que en el sur el horno no se halla para bollos. Y una sociedad dividida al sumo, recibió una cachetada sonora hace poquito nomás: “Ni argentinos ni chilenos, somos Nación Mapuche. Todo el Territorio Libre y Recuperado para todo Nuestro Pueblo”, dice con letras bien legibles un sendo comunicado de la Resistencia Ancestral Mapuche.
Dicho grupo, finando desde afuera de las fronteras patrias, ha concurrido en reiteradas oportunidades a reivindicar acciones más o menos temerarias, en contra del Estado. Incendiaron un refugio Neumeyer en octubre de este año; atacaron la Iglesia Catedral en 2.013, con lo cual se constata que la disputa ya viene de arrastre; agresión al Consulado de Chile en Bariloche en septiembre de 2.016 y quema de plantación de pinos de Luciano Benetton.
La respuesta emprendida por las fuerzas estatales, no ha sido recepcionada de manera homogénea. Y ahí se despierta, mis amigos, el espíritu de diferencia preexistente entre los argentinos.
Para colmo de males, ni bien enterrar a Santiago Maldonado en su 25 de Mayo natal, se produjo otro episodio conmovedor. En el Lago Mascardi, se enfrentaron la RAM y Prefectura. Con un joven muerto como penosísimo saldo de sangre derramada.
Los violentos están y es un dato de la realidad. Disfrazados o no de mapuches o de una lucha por conquistar tierras. Los “guerrilleros RAM” no se detienen ni lo piensan hacer, sino le pone coto el poder central de Argentina.
Atacaron la Municipalidad y el destacamento de Gendarmería de El Bolsón como si nada. Y han dejado de lado las armas menores, para ser protagonistas con armas de fuego.
El tópico destila pasiones. Encendidas controversias e intransigencias sin parangón. No descartando por supuesto, las estocadas de tinte político partidista que se le adiciona al tema, para darle un proverbial toque.
Y la segunda discordia fuerte se vive de la diestra del submarino que no se ubica y con 44 almas a la deriva total.
Parece increíble que en nuestro país retomemos el punto del rol de las Fuerzas Armadas, luego de un paréntesis de años de apartamiento de ellas de cualquier plataforma electiva.
El ninguneo a los militares nació allá por el ’82 y se ha venido prolongando sistemáticamente. Razones de sobra hubo por cierto para tales desprecios y negaciones.
Sin embargo tampoco nunca se trató la materia con imparcialidad y visión de futuro. ¿Qué hacer con las Fuerzas defensivas en la República?, debió ser el título de la tesis. Sólo unos pocos llenaron el catálogo con ideas i presunciones de cómo encarrilar un tren detenido en el tiempo.
El resultado está a ojos vista. Resalta lo del ARA San Juan por su magnitud, mas han ocurrido episodios tristes que quizá no han significado tanto, a excepción de la familia de los damnificados, desde ya.
Si al submarino se le colocaron baterías recicladas o no, es un eje de debate imponente. Sobre todo porque la SIGEN y la AGN controlaron aquella reparación de medio término de 2.014.
Pero si aquí nomás cerquita en Azul, un sargente olavarriense murió en un ejercicio, manejando un Unimog de la segunda Guerra Mundial (¡!) que se quedó sin posibilidades de frenar.
Entonces, ¿de qué asombrarnos? Nunca los militares de ninguna fuerza, dirán completamente todo. Es una característica de los hombres de esas disciplinas, herméticas y verticalistas.
El estudio concienzudo de ambos intríngulis plantados en esta nota, nos debemos. Con esmero y sin fanatismos.
Es verdad que hubo quienes no aprobaron tampoco la orden de reprimir el foco “guevarista” en el norte, en la provincia de Salta, allá en 1.964. Hoy se vive otra vez idéntica película, con distintos actores y síntomas.
Y es factible que continúe en vigencia el odio a los uniformados. Empero sería menester sobrevolar tanto resentimiento y espejo retrovisor colocado, para diagramar entre todos, la Nación del porvenir. Por los que tienen hijos y nietos. Por los hombres de buena voluntad que ya se hartaron de tanto “boludeo” fatuo sin concretar nada coherente en un país que no despega todavía por estos entuertos de décadas.
Por Mario Delgado.-

Advertisement

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

Published

on

Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

Continue Reading

Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

Published

on

“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

Continue Reading
 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho