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Opinión

Políticos en la red

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A las herramientas propagandísticas ya conocidas, los oferentes políticos le vienen sumando también las redes sociales, como un caudal importante de diálogo, de relación con sus posibles votantes futuros. Por Mario Delgado.

Claro que tan significativo adelanto es positivo, dado el inmenso número de gente que, a diario usa Twitter o Facebook. Y además, amigos, es evidente que los instantes actuales requieren de una pronta instalación de los partidos y frentes en los citados medios, los cuales sin temor a dudas, podemos indicar que se han convertido en auténticos canales de difusión masiva de las novedades que transmite cada dirigente.

Ahora bien, hemos de convenir también que tanta vorágine amerita una pequeña pausa para preguntar: ¿qué ha sido de los viejos debates televisivos, reliquias hoy por cierto? Porque salvando escasos programas periodísticos con inclinación concreta a la cotidianeidad, la estructura conocida del intercambio de ideas y propuestas se ha esfumado.

Todos somos conscientes de que la modalidad mediática ha ido mutando y que, incluso el cable, ha tomado la posta que deja involuntariamente quizá, el aire. Son contados con los dedos de una sola mano los envíos políticos por aire que aún perviven, aggiornándose de todos modos, a los pedidos de productores y del infalible señor “rating”.

Tal vez sea la radio la más amplia en nuestros días en poner en sus espacios a los candidatos. Y los diarios hacen lo suyo, por supuesto, buscando revalidar aquellos años de gloria de la política vernácula. Los portales on line contienen a su vez, jugosas datas, ávidos en muchos casos, de impactar y de atraer a sus lectores hacia un campo que, en rigor de ser sinceros, no es lo más leído en cada jornada.

Observando entonces el cuadro de situación expuesto aquí muy brevemente, los asesores de imagen y diseñadores de páginas web, han, acertadamente desde luego mis amigos, recomendado a los señores políticos, tanto a los más avezados como a los iniciados recién, a valerse de las exponenciales redes para así sus preceptos y actividades ir mostrando allí.

Olavarría no es la excepción. Y nuestros referentes se han zambullido en las aguas del océano de la Internet. El Facebook, por ejemplo, es dual: permite el texto y las fotos. Y si te queda algo más por decir, te facilita el audio también. Gloriosa experiencia que sintetiza posiciones y pensamientos de los hombres y mujeres demócratas con fluidez e inmediatez sublime.

“Estuvimos en tal lado”. Breves palabras y fotitos alusivas. “Firmamos convenio con…” ídem. Y así por el estilo. No hay rezagados ni escépticos: oficialistas y opositores rinden honores a las redes. Twitter es un tanto diferente pero cumple similar función, aunque irradia mensajes personales y contrapuntos con mayor asiduidad. Las 140 frases suelen poseer un alto voltaje. Y un ida y vuelta esplendoroso.

Así estamos, entre los clásicos afiches y pasacalles, pasando por las notas en los medios tradicionales (TV, diarios, radios AM y FM) y los “juguetes nuevos”. Lógicamente hay que reconocer que siempre se abren puertas, que no quedan vacíos ni silencios. Quien anhele hacer oír su voz, podrá conseguirlo. Si no está en un medio, aparecerá seguro en otro.

Sin embargo un tópico que no debiera minimizarse es el contenido de lo expresado en cada oportunidad. O sea, ¿qué se difunde? ¿Se intenta esbozar un programa de gobierno, un camino a recorrer, un contenido de acciones por venir? ¿O se trata solo de poner “flashes” en la cabeza del pueblo, sin otro objetivo que circunscribirlo a éste a slogans y promociones simplonas y fáciles de ubicar?

Desde aquél “Síganme” psicodélico de Carlos Menem en 1989, ha transcurrido bastante. El agua corrió debajo del puente. Y los gobernantes fueron dejando su estela en los distintos ámbitos. Mas las pruebas incriminan: aunque se despotrique contra esa prédica incisiva y corta, se la continúa empleando cual plato tradicional que los comensales solicitan a menudo en un restaurant.

Spots publicitarios acorde a temas de interés que, por lo general, son basados en lo coyuntural, en lo que sucede acá y ahora. De modo tal que la visión política ostente cuatro o cinco asuntillos muy urticantes y que conllevan preocupación en la sociedad.

El tipo o la señora llegan a su hogar cansados y prenden la tele. O durante el día, leen o escuchan la radio y se toparán con proyectos y críticas de los políticos que están y de los que desean ingresar al mundo apasionante del poder. En los tres niveles.

Inflación, seguridad, recesión, atraso cambiario y crisis energética, son algunos de los bastiones, de los baluartes esgrimidos para dar cátedra o sentencias. Presagios agoreros de malos años o “vientos  de cambio” (como dice la canción de Scorpions) favorables, depende por supuesto, del lado de la mesa en que se esté sentado.

Y se apelará a los gritos, por qué no, si es menester. O a gráficos traídos de antemano ya subrayados, O a revisiones de etapas anteriores que nadie pone en la picota. Y los minutos dejarán de existir sirviendo a un cometido: lanzar misiles contra el oficialismo o para enrostrarle a la vereda de enfrente, falta de creatividad y espontaneidad para visualizar la tarea ejecutiva.

En el fragor de la batalla, la arena se pondrá al rojo vivo. El “Yo haré” sale a relucir, sale a escena envuelto en tul de seda. Y felizmente alguien que se postula, tiene en su diestra y en su mente, la receta magnífica para acabar de un plumazo con la miseria, con todo viso de pobreza y sus indeseables derivados.

Volver a la época de las bicis sin atar y de las ventanas abiertas en verano, será una movida mágica, según pontifica otro político que añora el sillón de mando. Y vendrán móviles y uniformados por doquier. Asfalto hasta para las nubes, prometerá un tercero, subido a la encuesta de las demandas de los vecinos de diversos barrios, que no cuentan todavía con ese beneficio tan espléndido.

Y vendrán fuentes laborales y seremos otra vez “Ciudad del Trabajo”. Quedarán en el sombrío recuerdo las pesadillas de la droga en las calles y los tristes episodios, ya no se reeditarán jamás. Suena lindo. Hermosura de telenovela con final feliz. Opuesta circunstancia a cualquier tragedia griega.

Hasta habrá quien llene su copa y brinde por tal o cual postulante. Y a medida que se vaya acercando la fecha de elecciones, en agosto primero para las PASO, y en octubre luego de 2015, los cimientos de la esperanza reverdecerán de continuo.

Porque las crisis son ciclotímicas y porque ansiamos vivir mejor. Porque nos enojamos pero también nos amigamos con quienes nos representan o representarán mañana.

En una casa del común del vecindario, empero, amigos, un veterano de varias lides electorales, mira la tele con gusto, pero en una secuencia se pone de pie y desgrana un interrogante para quien corresponda: “Me parece loable todo el discurso, dice, pero solamente me podrían explicar, si no es muy difícil, el cómo harán las cosas y afectando qué recursos?”

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho