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Opinión

Formateando el fomentismo

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“Son épocas distintas”, arranca incisivo mi viejo amigo fomentista. La pava chilla y el paquete de yerba tiembla. Es que la “charlada” viene para largo, al parecer. Mi “cuaderno de campo”, como diría Juan José Benítez, ansía llenarse de datos y mi birome roja, pulsa notas con su punta gruesa.
Hablar con este “asesor ad honorem” del tema en cuestión, resulta siempre ameno. Un auténtico lujo que suelo darme cuando veo que las “papas queman” y que amerita mi cerebro clarificar pensamientos allende las entidades barriales.
“Cuando se redactó aquél Estatuto, que hoy nos cobija aún, la realidad local era diferente, por supuesto. Olavarría ha mutado. Ser dirigente incluso, ha variado”, sentencia el hombre con gesto adusto e invitando a ser oído sin interrupciones imprevistas.
“¿No te das cuenta, Mario, reflexiona mirando una nube que cruza el cenit, que el fomentismo actual, no seduce a nadie? Antes era lo mismo, si se quiere, pero se vivía de otra manera, quizá. Hoy los movimientos son estertóreos, andamos apuradísimos, y no se anhela perder minutos valiosos jugando el sacro juego de vivir por y para el prójimo, golpeando puertas a veces demasiados cerradas, sufriendo afrentas y sacando guita del bolsillo propio, cuando no existe un peso en la caja de tu institución. Los que conocen de antemano los riesgos, lo meditan; los que no, se arriesgan más fácilmente. Sin embargo, es todo un desafío tantas oportunidades incomprendido”, remacha el señor fomentista de alma y anexa sin anestesia: “Encima es harto probable que no te posicione tu actividad barrial. Que quedés ahí sumergido por años. ¿Cuánto hace que no observás a un fomentista en el Concejo o en algún despacho del Ejecutivo?”
“Fijate un dato, recurre a los hechos, en otro orden, dos meses sin reunirse “Federación”. Eso no debiera ocurrir de esa forma. La continuidad en los encuentros, ha de primar, más allá de ausencias pendulares e importantes, desde luego. ¿Cuántas cosas han acaecido en sesenta días y quedaron “mochas”, olvidadas ya? Sin tratarse varios ítems, sin demostrar que hay interés por refrendar el mote de “entidad madre”. ¿Qué madre, acaso, desampara a sus hijos por tantas semanas?”
El mate circula tangencial. Enciendo la luz profana de un cigarrillo. Me absorbe la situación a pleno. Le pregunto por dos casos que me contaron los amigos de un amigo.
“Es inaudito que una noticia se propague, dándole “rosca” al punto tal de hacer quedar mal al circuito dirigencial. Tenés que poseer tacto natural para negociar con Dios o con el Diablo. Si no te gusta una “caripela”, verás cómo esquivarla diplomáticamente. No cerrando tu “casa” justo el día clave en que se anunció un acontecimiento allí. Las diatribas habría que congelarlas previamente, calmando a las fieras, limando sus fauces si fuese preciso. Nunca exponiéndote o exponiendo tu institución al bochorno o a la duda. Sea por diferencias políticas o de otra arista”.
Y se va la segunda, enseguidita nomás: “Si te solicita colaboración específica una familia porque la están penando en la calle, es una cosa triste y habrá que mover ciertos hilos. No veo muy bien que se le dé supuesto asilo a personas en el salón fomentista, desplazando a talleristas habituales por la presencia de esta gente. ¿Quién otorgó el “ok” para tal permanencia?”, esboza mi interlocutor. Otro cambio de la infusión del norte argentino. Otra vez al fuego la pava.
¿Y de los candidatos, qué me contás?, le susurro ávido de polémicas. “Ve por vos mismo”, me responde, lacónico al principio. Se suelta luego… “No se hicieron las reuniones, pero sí se divaga sobre candidaturas que sobrevuelan los barrios y localidades. De un sitio y de otro de la cornisa. Algunos se zambullen en las aguas céntricas del Municipio, otros buscan las arenas áridas de la oposición más acérrima. Y algún ortodoxo intenta meterse al medio del río y consensuar. El gran bonete se pone sobre la mesa. Para ser candidato se necesita aglutinar referentes en torno a sí. Si no, es un mero deseo, aunque válido tal vez. Una apuesta personalista en un universo colectivo. Algunos se la juegan por sí. Otros con el aval expreso pero callado a medias, del “Palacio”. ¿Me captás? Además, se sobreentiende que postularse es sinónimo cuando menos, de tener proyectos viables, ideas nóveles, refrescar los manantiales”. Asiento complacido. Lindo chamullo tiene este tío.
Le consulto también sobre los libros y la función federativa. “No es comprensible que se renueve una Comisión Directiva y nos encontremos como si nada, con que no cuentan con libros de actas o de inventarios. Esa es una tarea pendiente. El fomentista debiera ir a sendas clases de formación dirigencial. Han de enseñarle lo básico. “Federación” tendría que cumplir ese postulado, guiar a las ovejas, no mirar de lejos o llegar tarde a la fiesta”.
Y bueno. Se disparó cual saeta la hora. Hemos de cortar aquí la conversación. Quedan tópicos por dilucidar. Como cada ocasión que nos juntamos. No obstante, no faltará momento, antes de las elecciones de recargar baterías.
Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho