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Opinión

Tania Abrile y la protección del Estado

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La delicadeza del asunto, requiere en primera instancia, la salvedad del respeto a la familia y afectos de la protagonista esencial de esta columna. No es intención de quien esto escribe, herir susceptibilidades, pero sí generar un espacio de debate al menos a raíz de lo suscitado. Por Mario Delgado.

La historia verídica que nos compete hoy tiene que ver con una joven cordobesa, Tania Abrile, Licenciada en Pintura y Profesora Superior de Artes Plásticas de Río Tercero concretamente.
Con un grupo de amigas, fue en la noche del sábado último al estadio Orfeo donde se desarrollaba un encuentro de música electrónica con un difundido dj, John Digweed.
Allí, y según testimonios de sus propias compañeras, habría tenido acceso a un vendedor al menudeo de pastillas de anfetaminas y metanfetaminas.
Incluso una de las chicas, relató que Tania trató con otro “expendedor”, puesto que había allí alguien vendiendo ya dosis a un costo de entre 400 y 600 pesos, por unidad.
Y al decir de una amiga, la artista plástica, sólo probó “la mitad” de una cápsula y al poco andar, se descompuso. Las versiones de sus allegadas, confiesan también que la mujer no era adicta, no consumía habitualmente ni alcohol ni marihuana.
Fue atendida inicialmente en el lugar de la fiesta y posteriormente en el “Hospital de Urgencias”. Permaneció en ese nosocomio una hora y retomó contacto con la velada electrónica.
Pero nada sería igual: su físico le pasó factura y volvió a ser internada en el citado centro asistencial a la hora 7:24.
Su cuadro de salud a esa altura era triste y de clara alarma. Tania estaba en coma. La joven mujer no resistió la ingesta de la droga y, pese a los denodados trabajos de reanimación, la muerte insensible y rea, decidió llevársela a las 8:10 horas de éste invernal domingo 24 de julio.
A partir de este desgraciado y lamentable deceso, han ido surgiendo distintos tipos de comentarios con estrecha incidencia en la tragedia y la consulta primordial roza la duda: ¿Por qué motivo la “Fuerza Policial Antinarcóticos”, rama provincial de la seguridad y la prevención contra la venta al menudeo de sustancias prohibidas, no intervino en el sitio propicio?
La excusa entregada por dicha Fuerza es que se trató de un festejo de orden privado, por lo cual no tenían autoridad para revisar o actuar de lleno. Sin embargo, recalaron en señalar que hubo policías contratados por los organizadores de “Buenas Noches Producciones” dentro del estadio.
Un parche aquí, otro más allá, mis lectores, y una nueva vida que se va antes de tiempo como resultado directo e indudable, de la consumición de drogas sintéticas.
El espacio de discusión es amplio, por supuesto. Porque a nadie se le escapa qué sucede en definitiva, en determinadas fiestas, como la que referimos, porque tampoco es original el descuido o deslinde de los servidores del orden, aunque es inminente agregar a este compendio de descalabros urbanos, un aspecto, una arista elemental y sincera, pese a que sea frontal y altere los sentimientos encontrados.
Esa otra pata, esa punta de iceberg, nos exclama algo doloroso y produce un eco negativo. Mas no podemos apartarnos de lo obvio. Y esa obviedad nos canta que la chica, que Tania Abrile, se prestó voluntariamente a tomar esa pastilla que a la postre fue lapidaria para su organismo.
Conociendo quizá la gravedad de otros casos, quiso interiorizarse, deseó “probar” suerte y no le dio excelso balance tal actitud.
Se podrá por ende, criticar el rol displicente de una parte o de varias partes del Estado por no controlar. Y será cierto, será irreductible que algo, desde arriba, falló una ocasión más.
Sin perjuicio de esa cuenta pendiente tan al rojo vivo, habrá que sentar precedente algún día y consensuar en un eje puntilloso: las decisiones personales de ceder ante la tentación de meterse en el cuerpo píldoras o lo que fuere, son de margen privado y más si hablamos de adultos instruidos y con pleno ejercicio de sus facultades. Por lo que respecta a este y a otros fúnebres desenlaces, la mirada rasante, objetiva e imparcial, es imperativa que se manifieste. Sin dudas que es lacerante y cuesta reconocer, desde luego, que a veces las propias víctimas del mal, conscientes o no, invitaron al demonio a entrar…
Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho