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Opinión

Pulsaciones de invierno

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Nuestro vecino Jorge se levanta temprano a la mañana y nota diversas pulsaciones controversiales de invierno. A veces, está de buen humor y otras ocasiones, se lo lleva “mandinga”. No es fácil el día a día, aunque también es cierto que siempre hubo tiempos duros, de pelearle a las contingencias del pesimismo y a las desavenencias laborales, económicas y de otra índole. “La cuestión es ponerle “onda” y tratar de continuar, fijándose objetivos, viendo un haz de luz en el horizonte”, expresa Jorge en cuanto puede. Por Mario Delgado.

Es cierto que cuesta salir adelante. “Pero sin esfuerzos, no hay victorias sabrosas”, reflexiona. Claro que el entorno es llamativo y desempeña un papel preponderante.

El hombre de nuestra historia de hoy, quiere estar medianamente informado. Y al hacerlo, al tomar contacto con lo que acaece, se confunde un tanto más todavía, el buen señor.

Si no se concentra como amerita, puede caerse a un abismo sin límites, con dolores de cabeza incluidos. Lo que le ocurre es complejo y cuesta explicarlo con simples frases; hay que empaparse de esa costumbre loable de querer saber, para interpretar sus reacciones.

Porque, imagínense ustedes, mis amigos del alma, el cuadro de situación: el tipo, argentino medio, escucha radio, lee los diarios, en papel y online, mira la tele y su “marote” se transforma en una ensalada mixta.

Recibe un cúmulo aplastante de datos y detalles. Desde el penitenciario sospechado que salió al aire libre porque pagó 15 mil pesos de fianza, cifra harto impactante para nuestro personaje común y corriente, hasta el “tetazo” en pleno centro de Olavarría, habida cuenta de un hecho que dio que hablar en otro lado y repercutió acá.

Mas no se detiene por allí la carroza. Resulta que las irregularidades en las Unidades Carcelarias vienen bajando desde antaño y más de cuatro se hicieron los “giles” porque les venían pesitos a sus arcas inmundas y pérfidas. Y el amigo nuestro no es un gran “pope”, pero no mastica vidrio. Sabe a la perfección de las macanas de “intramuro” y de las comidas escasas a los presos, mientras los que mandan almuerzan copiosamente, y de los jerarcas que levantan castillos con un sueldo tipo.

Y se enchincha Jorge porque lo consideran estúpido algunos “mandamás”. Y luego los otros temas como las usurpaciones en el barrio Independencia. Se contiene apenas para no putear. ¿Cómo son factible semejantes cadenas atando todo un complejo habitacional, tan dócilmente?

Por supuesto que Jorge intuye complicidades espurias y mordaces. Si así no fuese, nada sería tan urticante y abismal. “Y por unos escasos indeseables, paga el resto del barrio que se convierte en involuntario testigo de robos, venta de drogas y conflictos entre pandilleros”, charla en el almacén don Jorge. Una calamidad que se ve escrita en las páginas de la cotidianeidad de esa zona olavarriense. Sector que aún, no ha sido “limpiado” de lacras por completo.

Y le cuentan los medios de “tarifazos” y de subas indiscriminadas de productos alimenticios. Y se toma un minuto nuestro protagonista para beber algo caliente. El frío congela, encapsula, amordaza y acobarda.

Sin embargo, mientras el agua caliente del mate recorre su garganta, admite Jorge que es mucho más convincente ubicarse del lado de los que comprenden la realidad, de los que se instruyen, de los que tratan de “rumiar” las noticias y los diversos aconteceres. “Pobre del pueblo estupidizado con los personeros de la ignorancia a ultranza”, sintetiza mi vecino.

Por Mario Delgado.-

 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho